Esta
célebre afirmación, popularizada por la insigne terapeuta Ida Rolf, encierra
una verdad que muchas veces nos pasa desapercibida. A lo largo de mi
trayectoria profesional he aprendido a no dar por sentado que voy a solventar
una disfunción, por muy evidente, simple y frecuente que parezca el caso que me
presenta una persona cuando acude a mi consulta.
Y es
que, cuando un cliente acude a nuestro gabinete aquejándose de molestias en una
cierta parte del cuerpo, nuestra inercia inicial es dirigirnos hacia el punto
del dolor para intentar solventar ese malestar acuciante. Esta inercia natural,
nos impide realizar una observación del caso desde una perspectiva más amplia,
olvidando que esas molestias pueden ser reactivas a disfunciones que se
encuentran en otra zona del cuerpo, en ocasiones muy alejada del punto donde
han saltado las “alarmas”.
Un claro
ejemplo de este cuadro de dolor reactivo serían las molestias cervicales ante
una rectificación de la lordosis de las vértebras cervicales (ver figura n.1).
Figura
n.1
En
esta imagen podemos observar una rectificación cervical, y como la lordosis
cervical no sólo ha desaparecido, sino que existe una cierta cifosis en las
vértebras cervicales medias.
Generalmente,
una rectificación cervical aparece después de un traumatismo donde ha habido
una compresión de las facetas articulares de las vértebras cervicales y, al
inflamarse, han provocado la rectificación para crear espacio entre ellas y
aliviar la inflamación*. Este cuadro es más frecuente en personas con un cuello
largo y fino, que en las personas que poseen un cuello más corto y robusto.
Este cuadro es un mecanismo defensivo que aparece ante una situación de peligro
para la columna. La musculatura responsable de mantener en esta posición a las
vértebras cervicales no es otra que la musculatura prevertebral (ver figura
n.2).
Figura
n.2
1.Largo
de la cabeza, 2.Largo del cuello
Los
músculos largo de la cabeza y largo del cuello, que están situados por delante
de las vértebras cervicales, son los principales responsables del mantenimiento
de la rectificación del cuello.
Efectivamente,
serán los músculos que se ubican justo en la cara anterior de los cuerpos
vertebrales los
que provocarán la rectificación. Los músculos largo de la cabeza y largo del
cuello, al flexionar el cuello y la cabeza y flexionar las vértebras entre si,
crean espacio en las carillas articulares, liberando la compresión y aliviando
el dolor. Si, una vez desaparecido el cuadro inflamatorio y, por motivos
diversos, se mantuviera el patrón muscular, esta musculatura entrará en
hipertonía y mantendrá la rectificación de la lordosis cervical, aun cuando la
causa inicial ya no esté presente.
Cuando
este cuadro, una vez desaparecida la inflamación, se mantiene en el tiempo,
crea un patrón postural nuevo para la persona. Ante este nuevo patrón la
musculatura situada en la cara posterior del cuello entrará en espasmo
defensivo intentando extender el cuello para recuperar la lordosis cervical y
su normal fisiología (ver figuras n.3 y 4).
Figura n.3 Figura n.4
Figura
n.3: 1.Esplenio de la cabeza
Figura
n.4: 1. a 4. Músculos suboccipitales, 5. Rotadores vertebrales largos y cortos del
cuello, 6. Semiespinoso de la cabeza.
Cuando
esta musculatura posterior del cuello, que se encuentra en desventaja mecánica
pues se halla estirada por la flexión cervical y trabajando en excéntrico, no
pueda conseguir normalizar a las cervicales, entrará también en espasmo. Estos
músculos serán los primeros que se “quejarán” provocando malestar y molestias
en la cara posterior del cuello, quedando la musculatura prevertebral, la
principal causante del problema, en un segundo y “silencioso” plano.
Aquí
es cuando aparece la paradoja que da título a este artículo; si seguimos
nuestra inercia de trabajar donde la persona nos relata su malestar, podemos
encontrarnos con que habremos trabajado durante varias sesiones la musculatura
de la cara posterior del cuello, sin conseguir mitigar ni un ápice los síntomas
del malestar, e incluso en muchos casos, los síntomas empeoran sin que le
encontremos un sentido aparente.
Un
ojo entrenado en el análisis postural, el relato de la persona que nos indica
que puede estar presente un cuadro de rectificación del cuello y la
palpación de la musculatura
prevertebral, nos puede hacer intuir la presencia de una deslordosis cervical,
que en el mejor de los casos una radiografía nos confirmará.
Una
vez confirmada la rectificación cervical, el abordaje de la sintomatología de
este estrés postraumático, será liberar primero a la musculatura situada en la
cara anterior del cuello, para ir progresivamente devolviendo el tono, longitud
y fisiología a la musculatura extensora del cuello y cabeza.
* Las causas de la aparición de la rectificación cervical pueden ser múltiples, por lo que debemos asegurarnos que se ha descartado todo tipo de lesión mediante un diagnóstico realizado por personal sanitario.
Autor: Josep Ferrer
Fotos: Josep Ferrer
Genial, gracias
ResponElimina